La Costera: Naranjas, vino, ajo tierno… ¿y parques solares?

Vall de Montesa GVA Turisme

«Jo vinc d’un silenci que no és resignat, d’on comença l’horta i acaba el secà, d’esforç i blasfèmia perquè tot va mal. Qui perd els orígens perd identitat». Así se refiere el cantautor Raimon a su territorio de origen, la comarca de La Costera, una tierra fronteriza entre dos sistemas de cultivo que parten el territorio valenciano y que mantiene activo un sistema productivo que tiende a especializarse en diferentes frentes.

La Costera es una comarca caracterizada en gran parte por el paso del río Cànyoles que la atraviesa de suroeste a nordeste, por el medio del valle de Montesa, recoge las aguas del río Sants y, en el término municipal de Xàtiva, desemboca en el río Albaida. Este, pocos kilómetros más al norte, antes de llegar a la Ribera Alta, recibe también el agua del río Barxeta que le llega desde el este. Dicho transcurso de aguas se realiza a través de diversos valles y depresiones que están encajonadas al sur por la sierra Grossa, al noroeste por la sierra de la Plana y la sierra de Enguera, y al este por el Buixcarró. Estos márgenes caracterizados por sus masas boscosas y de vegetación silvestre se contraponen a un centro donde domina el cultivo.

«En la huerta de La Costera el cultivo predominante es el mismo que en las comarcas más al norte: la citricultura»

Esta confluencia de ríos proporciona una gran riqueza de agua al territorio que se esparce por los campos de la mayoría de municipios a través de una red de acequias y brazales que permite un dominio del regadío y una concentración de núcleos poblacionales y de habitantes a su alrededor. Así, de los diecinueve municipios de la Costera, quince se encuentran en un radio de menos de 10 km de Xàtiva, y concentran más del 85 % de la su población en un tercio de la superficie de la comarca.

Más allá de esta llanura se encuentra el valle de Montesa. A pesar de que Montesa y Vallada, las más próximas a Xàtiva, aún tienen un dominio de cultivos de regadío –que se pueden permitir gracias a la perforación de pozos– en el extremo de poniente, donde se llega a Moixent y la Font de la Figuera, el secano es el dominio natural. Estos cuatro municipios son precisamente los que mayor extensión de territorio ocupan, con un 66 % del total.

En cifras, la Costera se extiende por una superficie de 52.822 hectáreas, de las cuales el 50 % prácticamente son forestales, ubicadas especialmente en las sierras del contorno y al oeste. La agricultura ocupa el 30 % de la superficie y, de esta, casi un 70% es de regadío y poco más del 30 %, de secano.

«Donde empieza la huerta…»

En la huerta de la Costera el cultivo predominante es el mismo que en las comarcas más al norte: la citricultura. En trece de los municipios, la superficie dedicada al cultivo de los diferentes tipos de cítricos es igual o superior al 60 %, y en la Granja de la Costera alcanza un 81 %.

La citricultura, además, se encuentra en continuo crecimiento desde hace años. Desde 2002 ha sido el único gran cultivo en la comarca que ha crecido de forma significativa, con un aumento del 11,70 % que hace que alcance un total de 7.266 hectáreas, frente a un descenso de la viña del 14,53 % durante el mismo período y un estancamiento del olivo. Como principales «potencias» productoras de cítricos en la comarca están aquellas que también cuentan con más territorio en este espacio de regadío. Son Xàtiva, Montesa, Barxeta y Canals.

Citricultura taronges

En la huerta de la Costera, la citricultura se encuentra en continuo crecimiento desde hace años. En trece de los diecinueve municipios de la comarca, la superficie dedicada al cultivo de los diferentes tipos de cítricos es igual o superior al 60 %. / Unió de Llauradors

Pero dentro de la producción agraria de regadío en la Costera hay espacio para las hortalizas, y ahí destaca un producto estrella autóctono, centrado especialmente en la huerta de Xàtiva, y que ha tenido un crecimiento destacable en los últimos años: el ajo tierno. Así, desde 2017 su cultivo ha crecido en un 11,89 %, y alcanzó las 160 hectáreas en 2020, el segundo cultivo con mayor extensión por detrás de la citricultura y señalado como una de las producciones con más posibilidades de futuro.

«… y acaba el secano»

Las tierras de poniente de La Costera son las más elevadas de la comarca, las más frías, las que tienen más predominio de espacios forestales y donde se establece el cultivo de secano. Esta zona es la de más baja densidad de población, ya que es la que, además, cuenta con los términos municipales más extensos, como son los casos de Moixent y la Font de la Figuera.

También son las tierras que han servido de contrapeso a la huerta del corazón de la comarca; un territorio con personalidad propia que ha sido descrito con metáforas como «la Toscana valenciana». Son les Terres dels Alforins que, junto con Fontanars dels Alforins (localidad vecina al sur, en la comarca de La Vall d’Albaida), han potenciado el sector vitivinícola como punta de lanza y una marca a exportar.

Verema a la Font de la Figuera. / Crèdit: Terres dels Alforins

Vendimia en la Font de la Figuera. / Foto: Terres dels Alforins

No obstante, el cultivo predominante a estos secanos es el olivo. Con 2.579 hectáreas en la comarca, supone el principal sector de Moixent, donde casi duplica a la viña, un cultivo que en las últimas dos décadas se ha estancado. Por delante de la viña incluso se encuentran los campos de almendros –el cultivo predominante en la Font de la Figuera–, y en tercer lugar ya se sitúa la viña, que ha sufrido una regresión desde 2002 de un 14,54 % en sus extensiones.

«De esfuerzo y blasfemia…»

El esfuerzo en la tierra lo pone el agricultor. En La Costera, el trabajo en el campo está muy caracterizado también por su organización en parcelas de minifundio y la ausencia de grandes explotaciones. Eso significa que una gran parte del trabajo agrícola no lo realizan de profesionales de sector, sino propietarios que llevan a cabo la explotación de la tierra como segunda actividad.

«Las tierras de poniente de La Costera son un territorio con personalidad propia que ha sido descrito como «la Toscana valenciana»»

Según los últimos datos disponibles, los trabajadores de la Costera que están bajo el régimen general del sistema especial agrario representan un 4,33 % del total de personas activas. Este nivel fluctúa según las temporadas de cosecha, pero esta cifra ha marcado un mínimo desde el año 2012. Por el otro lado, para encontrar los máximos niveles de afiliación del 11,16 %, hay que ir a diciembre de 2013.

El paro también ha evolucionado en el sector, y mientras la tasa de paro se situaba en marzo de 2006 en un 3,87 %, la de septiembre de 2021 era casi del doble, con un 6,09 %, poco por debajo del máximo histórico de los últimos años que fue en marzo de 2016, con un nivel del 6,70 %.

Los pequeños y medios propietarios organizan sus explotaciones a través de cooperativas, un sistema que funciona especialmente en el sector vitivinícola y oleícola, consolidación que se ha producido con casi un siglo de tradición en diferentes casos locales.

«… porque todo va mal»

La situación de la agricultura y del territorio en la Costera es incierto en diversos aspectos, y algunos de ellos se alejan de lo que ha sido la vida tradicional, aunque todo eso varía según el sector que se analice.

«Dentro de la producción agraria de regadío en La Costera hay espacio para las hortalizas, entre las que destaca un producto estrella autóctono: el ajo tierno»

El gran sector de la producción citrícola depende de su evolución en el global valenciano. Según explica Ricard Fillol, secretario comarcal de la Unió de Llauradors y citricultor, la competencia de países como Sudáfrica «es insostenible. Usan productos no permitidos, mano de obra mucho más barata, nos han traído plagas… en definitiva, a 15 céntimos el kilo, como se está pagando ahora, no se puede vivir del campo». Y añade: «Aquí, cada agricultor va a la suya, y hace lo que ve hacer al vecino, por eso la naranja aún no ha parado de crecer». También alerta de que «Hay gente no profesional que casi regala la cosecha, lo que perjudica a los profesionales, y por eso cada vez hay menos». Además, también apunta a las grandes superficies que están comprando terrenos y convirtiéndose en productores: «están llegando grandes inversores y eso acabará matando al pequeño productor».

Por otra parte, aunque a muy menor escala, se encuentra la potencialidad de la producción de ajo tierno. Este producto obtuvo la Certificación de Calidad de la Generalitat Valenciana en 2019, y entre las iniciativas para su promoción se encuentra el Firall, la Feria del Ajo Tierno de Xàtiva. Esta muestra divulga, además del producto en sí, su contextualización en el recetario local, una promoción que con la pandemia ha sufrido una interrupción de la que aún no se ha recuperado.

Associació all tendre

Productores locales en una de les últimas ediciones de Firall, la Feria del Ajo Tierno de Xàtiva. / Associació de productors d’alls tendres de Xàtiva

No obstante, Josep Guerola, productor de ajo tierno, alerta de que este cultivo puede morir de éxito. Ante el incremento del consumo hay agricultores que se han lanzado a cultivar el ajo tierno, pero ha llegado una variante genéticamente modificada desde China que amenaza al ajo tradicional. Guerola explica que este ajo es más resistente a las enfermedades y que, además, es mucho más barato y pone un ejemplo: mientras que un quilo de semillas del ajo tierno de Xàtiva cuesta cinco euros, un quilo del chino cuesta uno. «Es imposible luchar contra esta productividad, aunque la calidad gastronómica de esta nueva variedad es muy inferior», se lamenta.

Además, añade que la mano de obra del ajo tierno necesita ser muy especializada, pero que se está mecanizando también por abaratar costes con el nuevo ajo, y que se está perdiendo la venta tradicional en manojos «porque ahora el consumidor lo quiere en bandeja, pelado y troceado y comprarlo a través de grandes superficies». Por lo que respecta a la clientela, el ajo tradicional tiene su nicho principal en la hostelería, mientras que el consumidor particular no busca tanto el producto tradicional. Para darle la vuelta a esta situación hay que fomentar el consumo del producto de kilómetro cero y el comercio de proximidad.

«Hay agricultores que se han lanzado a cultivar ajo tierno, pero ha llegado una variedad genéticamente modificada desde China que amenaza al ajo tradicional»

Otros cultivos tienen un horizonte no tan negro. Uno de los que ya está consolidándose es el vitivinícola, con una marca propia –Terres dels Alforins– dentro de la Denominación de Origen València. Esta producción se focaliza en la Font de la Figuera y en Moixent. Entre los nombres propios de esta producción autóctona destaca el de la cooperativa «La Viña» de la Font de la Figuera, un proyecto nacido en 1944, que también incluye otros cultivos como el olivo. Esta cooperativa, con su crecimiento, ha integrado a miembros más allá de su territorio local y abarca fundamentalmente productores de las diferentes localidades de Terres dels Alforins. Su trabajo ha cristalizado tanto en productos de alta calidad como en exportaciones internacionales de gran volumen de sus producciones.

Esta fuente económica agraria, además, ha impulsado otras vías de explotación vinculadas al territorio como es el turismo enológico, y también el natural por estos paisajes de viñedos. Destacables son las iniciativas públicas como la puesta en marcha del Museo Etnológico de la Font de la Figuera, donde se muestra la historia de la producción vinícola de la localidad, como también propuestas privadas que ofrecen casas rurales, gastronomía y visitas guiadas a espacios tradicionales del vino.

Sobre el futuro y las posibilidades del sector agrícola de la Costera –y especialmente de estas dos producciones autóctonas– el Diagnóstico territorial para el fomento de la ocupación publicado en 2017 por el consorcio del Pacte Territorial Costera-Canal, analiza la situación tanto de esta comarca como de la vecina la Canal de Navarrés. El informe apunta como potencial fortaleza de futuro estas marcas diferenciales y las posibilidades que ofrecen a través de la agricultura ecológica y la innovación. Estos desafíos plantean ciertas necesidades formativas de futuros trabajadores que pueden ir desde la gastronomía y el marketing, hasta el mismo cultivo ecológico, para el que se abre cada vez más un mercado más grande. Vías de producción ecológica como esta requieren cierto volumen inversor para la investigación, que no siempre es posible para el pequeño productor, y que necesita una profesionalización o tener el músculo que puede ofrecer una organización cooperativa.

Por otra parte, se señala el potencial para el turismo natural que ofrecen tanto los paraje vitivinícolas como los forestales, y que pueden funcionar como un complemento al turismo cultural de la comarca, capitalizado en Xàtiva. Este turismo natural también dispone de espacios destacables en el territorio como la Cova Negra o el río Barxeta.

«Quien pierde los orígenes pierde identidad»

La agricultura y el territorio de la Costera también se encuentran expuestos a amenazas, tanto internas como externas, que ponen en cuestión la viabilidad productiva y ecológica del medio tradicional que los ha caracterizado. La comarca también tiene sus amenazas específicas en sus territorios diferenciados, para el regadío y para el secano.

El agua como recurso agotable es un bien que conservar. En un contexto en el que el planeta está bajo los efectos del cambio climático, la escasez de agua es un problema global que cobra especial énfasis en las producciones agrarias de regadío con el agravante de su contaminación. Ante una sobreexplotación de los acuíferos locales, se requieren aportaciones externas, situación que no asegura la viabilidad de unos cultivos con gran necesidad de agua.

Camp alls tendres

Campo de ajos tiernos en el municipio de Xàtiva, en la comarca de La Costera. / Associació de Productors d’Alls Tendres de Xàtiva

Para hacer frente a esta situación, la gestión mancomunada de los acuíferos resulta clave. Las comunidades de regantes como forma de gobierno gestora del sector muestran una organización interna con la que se puede trabajar de forma colectiva por parte de los agentes sociales.

Otro efecto del cambio climático es el calentamiento del planeta y unos inviernos menos fríos. Precisamente el ajo tierno es un vegetal sensible a la falta de frío, y el acortamiento del tiempo de más frío en el invierno de Xàtiva provoca que sea más vulnerable a las enfermedades y que las temporadas y las cosechas sean en períodos más cortos y, por tanto, menos productivas.

En el interior de la Costera las amenazas provienen de otra parte. El territorio, caracterizado por un valle central que ha servido durante siglos como paso de infraestructuras, ve como estas no dejan de ocuparlo por aire y tierra de forma continua. Empezando por la milenaria Vía Augusta que lo atravesaba, sustituida por el camino real que lo conectaba con el interior de la meseta y por donde entraron las tropas borbónicas invasoras de Felipe V hacia las comarcas valencianas, en el último siglo la cicatriz ha sido aprovechada para extender las vías del tren (el AVE está en camino), trazar la autovía A-7, y canalizar suministros que van desde gaseoductos al cableado de la energía eléctrica.

Precisamente en esta última infraestructura es desde la que ha partido el último conflicto. Concretamente, se proyectaba una línea de alta tensión de 35 km, proveniente de una planta fotovoltaica de Almansa y que tenía que atravesar la Font de la Figuera, Moixent y Vallada hasta una subestación en Montesa. La unión de estos municipios contra la línea impidió que el proyecto fructificara.

Pero la energías renovables, y especialmente los parques solares, son uno de los principales peligros de futuro de este interior de la Costera. Se han proyectado diversos de estos huertos fotovoltaicos en estas mismas localidades, unas instalaciones que estos municipios también han combatido y han tumbado de forma conjunta contando con la colaboración de la Generalitat, para evitar un gran impacto sobre el territorio y la transformación de este.

«La Costera tiene la posibilidad de aprovechar los elementos más diferenciadores para continuar apostando por el producto de proximidad, de calidad y sostenible»

El alcalde de la Font de la Figuera, Vicent Muñoz, explica que uno de los principales problemas que encuentran los ayuntamientos es «la burocracia que eterniza la regulación que pueden realizar los consistorios a través de sus propios planes de ordenación urbana». Se queja de que, mientras no se agilicen estas tramitaciones que puedan proteger el territorio, las empresas interesadas pueden encontrar grietas e implantarse en unos terrenos muy sensibles.

A pesar de ello, esta amenaza –que de momento se ha podido evitar– no dejará de ser un problema latente mientras que el agricultor pueda pensar que le resulta más rentable económicamente alquilar su terreno de cultivo a estas empresas de energías renovables para construir los parques fotovoltaicos, que intentar mantener una incierta explotación agraria. Ricard Fillol llega a poner cifras y explica que «hay gente mayor a la que le han ofrecido un alquiler 1.500 euros por hectárea al año durante períodos de hasta treinta años. Eso es una tentación muy grande para las personas que ya están pensando en dejar en herencia unos terrenos a sus hijos que ya se han desvinculado de la agricultura».

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En la comarca de la Costera se han proyectado diversos parques solares que, de momento, no han seguido adelante. / GVA

Por su parte, Vicent Muñoz admite que «gente con grandes extensiones de cereales no le sacan el mismo rendimiento que hace unas décadas, y ahora las propuestas son muy jugosas». Por todo eso explica que «los ayuntamientos no nos podemos cerrar a estas vías, pero lo que sí que tenemos que procurar es abrir las puertas de forma ordenada, y minimizar al máximo el impacto que se cause sobre el territorio».

La Costera tiene en su tierra la posibilidad de aprovechar los elementos más diferenciadores para continuar apostando por el producto de proximidad, un producto de calidad y sostenible que brinda el más factible de los futuros. Sin embargo, la formación y la investigación son necesidades que hay que cubrir de forma urgente para que no pase de largo el tren nuevamente. Mientras tanto, por detrás asoma la amenaza de las infraestructuras depredadoras del territorio, que ahora van vestidas de plantas fotovoltaicas, una sombra que pude ser un bulldozer al que los mismos agricultores abren la puerta ante la falta de un relevo que cuide la tierra.

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