Razones para hablar de las abejas de miel

El papel de las abejas en la biodiversidad planetaria

Fernando Calatayud, coordinador del número 33 de Mètode.

Los temas planteados en el monográfico Abejas de miel (primavera de 2002) siguen vigentes: yo diría que algunos de los problemas que se vislumbraban incluso se han agudizado. Las abejas de miel, lamentablemente, se hallan en el seno de una de las contradicciones esenciales de la humanidad actual: por un lado, la apicultura les ofrece su apoyo y, al mismo tiempo, otras actividades antrópicas son su amenaza más inclemente. Los apicultures se ofrecen por mantener las abejas, pero la globalización descontrolada de parásitos y depredadores, el uso desmesurado de productos fitosanitarios en la agricultura, así como las consecuencias cada vez más pantentes del cambio climático, dificultan cada vez más su supervivencia, hasta el punto de haber iniciado un inquietante retroceso, precisamente en algunos de los países que se consideran más «desarrollados».

«Las abejas de miel son polinizadores generalistas que contribuyen a la diversidad ecológica de nuestros ecosistemas»

En esencia, debemos proteger las abejas por su principal tarea: la polinización de cultivos y plantas silvestres, y esta fue también el alma del monográfico de Mètode. Por supuesto, las abejas son más conocidas por sus productos ancestrales, la miel y la cera, o por otros más recientes como el polen, la jalea real o el propóleo. También es cierto que hay un simbolismo casi místico entre las abejas y los humanos, que han sido compañeros de viaje a lo largo de la evolución. Des de los primeros homínidos en África, pasando por nuestros antepasados más próximos, que dejaron inmortalizada la actividad recolectora de miel que realizaban durante el neolítico al abrigo de la Cova de l’Aranya de Bicorp (Valencia), hasta llegar a la actualidad, en que la apicultura es al mismo tiempo actividad productiva, afición y respeto por unos seres encantadores. Pero, sobre todo, las abejas de miel son polinizadores generalistas que contribuyen a la diversidad biológica de nuestros ecosistemas y que facilitan la producción de semillas y frutos básicos peara nuestra alimentación.

Esta devoción íntima por las abejas y su valor como polinizadores, que impregnó el monográfico, también guio al naturalista autodidacta Salvador Andrés i Santonja, protagonista de una entrañable entrevista en este número, quien nos dejó en 2015 y a quien me gustaría rendir des de aquí el más sincero y emocionante homenaje recordando una de sus reflexiones: «La mayor satisfacción de un apicultor naturalista es ver cómo enjambra sus colmenas, ya que la que enjambra ya no muere, su espíritu se regenera en otro lugar».

La abeja de miel más conocida, Apis Mellifera L., se ha extendido por todo el mundo, primero de forma natural, y después gracias a la ayuda humana. Esta colaboración originó la apicultura.
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Técnico de la Agrupación de Defensa Sanitária apícola apiADS.