Islas de calor y noches «tórridas»: Un nuevo riesgo climático bajo el calentamiento global

islas de calor y noches tórridas

Las olas de calor ponen en riesgo la salud humana. El catedrático de Geografía Física Javier Martín-Vide nos habla en este artículo de noches tórridas y de efecto isla de calor en las ciudades como un nuevo riesgo climático a tener en cuenta.

El calentamiento global es inequívoco –así lo expresó el IPCC ya hace unos años–. En ciencia no se discute su realidad, dados los numerosos datos instrumentales y los indicadores naturales que muestran un mundo más cálido que treinta años atrás. Las series climáticas de cualquier región llevan impresas la elevación térmica y, como consecuencia, los glaciares retroceden de forma nítida y el nivel del mar aumenta año tras año.

«El exceso de calor aumenta claramente los ingresos hospitalarios y la mortalidad de los ancianos y de las personas con enfermedades crónicas»

En las latitudes mediterráneas, el incremento de la temperatura es particularmente visible en el verano, ya de por sí cálido, lo que se traduce en valores muy por encima de los que definen el confort climático. Verano tras verano, con una frecuencia en aumento, las olas de calor llegan incluso a poner en riesgo la salud de algunos de nuestros conciudadanos, precisamente los que viven en condiciones de pobreza energética, que no disponen o no pueden hacer uso de un aparato de aire acondicionado. El exceso de calor aumenta claramente la morbilidad, es decir, los ingresos hospitalarios, y la mortalidad de los ancianos y de las personas con enfermedades crónicas. La termorregulación corporal se ve comprometida por los cambios fisiológicos y comportamentales en el primer caso y el calor extremo agrava las dolencias de los segundos. Para los rigores del calor diurno, algunos municipios en España han previsto los llamados “refugios climáticos”, bien al aire libre, en parques sombreados y con agua, bien en espacios cubiertos acondicionados. El exceso de calor es, pues, un asunto de salud pública, que irá agravándose en las dos próximas décadas.

Los valores térmicos nocturnos son casi siempre inferiores a los diurnos, aunque pueden perturbar considerablemente el descanso de las personas, con incidencia también en su salud en los mencionados grupos humanos. En climatología, la expresión noche tropical refiere a aquella en la que la temperatura mínima no desciende por debajo de 20 ºC. Con las paredes de las casas y de los edificios recalentados durante el día, son noches de mal dormir. En muchos lugares de España, en especial, de la fachada mediterránea y de la mitad sur del país, el promedio anual de noches tropicales es de varias decenas. Recientemente, propusimos la expresión noches tórridas para aquellas con una temperatura mínima de 25 ºC o superior, a la vista de su creciente frecuencia.

El mayor exceso de calor nocturno y, consecuentemente, de noches tropicales y noches tórridas se produce en los centros de las grandes ciudades, donde hay un plus de calor, el que produce un fenómeno de modificación del clima por causa urbana, que es la llamada isla de calor. Se trata de una anomalía térmica positiva, es decir, un calentamiento del corazón de las ciudades con respecto a sus periferias, más frescas. Es un fenómeno multicausal, producido por, entre otros, la alta capacidad calorífica de algunos materiales de construcción, el desprendimiento de calor en las ciudades, por el tráfico rodado, el alumbrado, las actividades domésticas, el aire acondicionado, etc., y la eficacia de los sistemas de drenaje, que evacúan el agua rápidamente, impidiendo que se evapore desde el suelo y se obtenga el correspondiente refrescamiento de la superficie. Algunos estudios realizados por geógrafos han mostrado que en Madrid, Barcelona y Valencia hay noches con diferencias térmicas de más de 5 ºC, y alguna próxima hasta a 8 ºC, entre el centro de estas ciudades y su espacio periurbano. Si este fenómeno era considerado anecdótico hace treinta años, y en todo caso tenía una connotación positiva por el ahorro de calefacción en invierno, hoy se ha convertido en un nuevo riesgo climático, por sus efectos negativos en la salud humana y el aumento del consumo eléctrico en verano.

© Mètode 2021
Catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona.