Una hada en las cuevas de Vilamarxant
Valenciolenda fadaforesta es una nueva especie de insecto endémica del territorio valenciano
El número 110 de Mètode contiene una fotografía muy especial. La imagen, tomada por el colaborador de la revista Roberto García-Roa para su sección «Enfoque verde», nos muestra un insecto casi blanco y con unas alas transparentes, bordeadas de algunos pelillos sutiles que le dan un aspecto etéreo y fantasioso, reminiscente de las hadas que habitan los cuentos. Se trata de un ejemplar macho de Valenciolenda fadaforesta, una especie de hemíptero cavernícola hallado en varias cuevas de Vilamarxant, en la comarca del Camp de Túria, y que ha resultado formar parte de la familia de los kinnáridos, un taxón del cual no se tenía constancia en la península Ibérica. De hecho, se trata del primer ejemplar de Kinnaridae registrado en el Viejo Mundo y el séptimo descrito en todo el globo, según el artículo de presentación de V. fadaforesta, publicado en enero de 2021 en la revista Subterranean Biology. El análisis de Valenciolenda fadaforesta ha conllevado, además, el establecimiento de un nuevo género —una clasificación taxonómica que agrupa especies con rasgos comunes—, puesto que no comparte características que la puedan incluir en alguno de los géneros conocidos de los kinnáridos.
La investigación de esta sorprendente especie se remonta a hace más de una década y se inició bajo el amparo del antiguo Museo Valenciano de Historia Natural – Fundación Entomológica Torres-Sala, tal como nos explica Alberto Sendra, uno de los coautores del artículo. Sendra es biólogo del Ayuntamiento de Valencia y profesor asociado del Departamento de Didáctica de la Facultad de Magisterio de la UV. Según nos explica, el proceso entre que se localizan los primeros ejemplares y se «descubre» la especie suele alargarse más de lo habitual en el estudio de la fauna cavernícola, puesto que muchas de estas especies «no tienen a nadie que las estudie. Cuando se encuentra algo interesante, a menudo “va dando vueltas” por centros y museos hasta que llega a alguien que puede hacer la descripción». En este caso, esta persona ha sido la profesora Hannelore Hoch de la Universidad Humboldt de Berlín, especialista en cigarras cavernícolas. En la investigación también han participado Sergio Montagud, de la Universitat de València, el naturalista Santiago Teruel y Rodrigo Lopes Ferreira, de la Universidad Federal de Lavras (Brasil).
«Las alas de aspecto cristalino ribeteadas de un borde azulado son las que inspiraron el nombre científico de la especie»
V. fadaforesta comparte algunas de las características típicas de los organismos troglobios, adaptados a la vida cavernícola: por ejemplo, la ausencia de aparato visual y la pérdida total de pigmentación del cuerpo. Según nos explica Alberto Sendra, la selección natural hace que «se ahorren» materiales. «Los ojos no son necesarios en la total oscuridad ni tampoco hacen falta pigmentos si no hay necesidad de protección del sol». Los especímenes de V. fadaforesta miden entre 3 y 4 mm, y sus curiosas alas también son resultado de este proceso de ahorro evolutivo. «Han experimentado una reducción casi total de la venación. Las de los machos solo sirven para planear, pero no pueden doblarlas ni ponerlas en posición de vuelo» explica Sendra. Tal como señalan los autores en el artículo, a pesar de que no les sirvan para volar, con estas sí que pueden saltar unos cuantos centímetros para escapar de los depredadores.
Una hada en peligro de extinción
Estas alas de aspecto cristalino ribeteadas de un borde ceroso y azulado, sin duda su rasgo más llamativo, son las que inspiraron el nombre científico de la especie. El nombre del género (Valenciolenda) es una combinación de Valencia, capital de la provincia donde ha sido hallada, y la tribu de Kinnaridae a la que pertenece, Adolendini. El nombre de la especie, fadaforesta, remite a su particular aspecto: “el hada de los bosques”.
«Se trata de un relicto de la fauna que habitaba el territorio valenciano en tiempo antiguo»
El hecho de que en Europa no se haya descubierto ninguna especie del mismo género indica que se trata de un relicto de la fauna que habitaba el territorio valenciano en tiempo antiguo. Por algún motivo, se retiró a las cuevas («quizás para sobrevivir a unas condiciones climáticas cambiantes», apunta Sendra) y allí quedó aislada de la superficie y de los cambios que se producían, mientras que probablemente las especies con las que estaba emparentada iban desapareciendo de la zona europea. El estudio de V. fadaforesta, por lo tanto, «nos da datos de la historia de la evolución de la fauna en nuestro territorio», según Sendra.
Pero resulta difícil hacerse con V. fadaforesta. Tal como se señala en el artículo original, la cueva de los Murciélagos dentro del Paraje Natural Municipal de Les Rodanes, en Vilamarxant, es el enclave donde la población de Valenciolenda parece ser más abundante. Todavía dentro de Les Rodanes, en la cueva de las Pedrizas, en la del Llentiscle y en la sima del Perot, se han observado ninfas de la especie. Fuera de Les Rodanes, se ha localizado un espécimen adulto en las cuevas de Sant Josep, en la Vall d’Uixó, y en la sima del Pla de les Llomes dentro del Parque Natural de la sierra Calderona. En otras dos cuevas, una también en la Calderona y la otra cerca de Llíria, solo se han observado ejemplares jóvenes.
Según nos explica Alberto Sendra, se han hecho esfuerzos para encontrar ejemplares de Valenciolenda fadaforesta en otras cuevas del territorio valenciano, pero sin éxito. Esta distribución tan restringida, junto con una población reducida y un hábitat especializado, justifica que la consideren un «taxón muy vulnerable», de acuerdo con la clasificación establecida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. «La principal amenaza para esta especie es perder su hábitat» comenta Sendra. «Las cuevas están consideradas un tipo de hábitat muy sensible a las alteraciones. Estas están dentro de Paraje Natural de Les Rodanes, pero este parque está completamente rodeado de chalés. Si no se protege bien esta zona, el día de mañana, esta especie se extinguirá» sentencia.
A la caza del hada
Como apuntábamos al inicio, Valenciolenda fadaforesta protagoniza la última edición de «Enfoque verde», la sección de fotografía de naturaleza de Roberto García-Roa en la revista Mètode. García-Roa, investigador del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, nos explica que tomar esta imagen fue «prácticamente cuestión de suerte». A raíz de una excursión a las cuevas de Vilamarxant, pudo fotografiar un ejemplar macho adulto todavía sin saber que se trataba de una especie que había sido apenas descrita. Al informarse, entró en contacto con el equipo investigador y realizó un reportaje para la revista National Geographic. De hecho, algunas de las imágenes que García-Roa consiguió en excursiones posteriores a las cuevas han sido de utilidad para conocer mejor la especie, como por ejemplo fotografías de las larvas de Valenciolenda comiendo o siendo depredadas.
La trayectoria como fotógrafo de naturaleza de Roberto García-Roa ha sido reconocida con varios galardones, como el primer premio (overall winner) en las ediciones de 2015 y 2019 del concurso Capturing Ecology, convocado anualmente por la British Ecological Society. A pesar de su experiencia en capturar momentos fascinantes del mundo natural en varios hábitats, explica que las cuevas son un entorno muy «hostil» para la fotografía. «Hay una humedad terrible y mucho polvo flotando en el ambiente, y esto no le va nada bien al equipo. Cada vez que iba, sabía que me pasaría allí tres horas y después tres horas más en casa limpiándolo, así que me tenía que preparar mentalmente. Además, si te lo llevas todo, por algunos lugares es complicado moverse. He estado en desiertos, selvas, etcétera, y creo que donde más he sufrido ha sido en las cuevas» explica con un toque de humor.
«Los ecosistemas subterráneos son probablemente los segundos más abundantes en el planeta, después de los marinos, pero nadie piensa en ellos»
García-Roa defiende la necesidad de divulgar sobre el que él llama los «bichos feos». «Tenemos un sesgo a empatizar solo con animales que están cerca filogenéticamente de nosotros» señala, hecho que conlleva que a menudo se ignoren no solo otros tipos de organismos, sino también ecosistemas enteros, como es el caso de los sistemas cavernícolas. Tal como señala el investigador, se cree que los ecosistemas subterráneos son probablemente los segundos más abundantes en el planeta, después de los marinos, «pero nadie piensa en ellos». Y añade: «Si no los conocemos y no los protegemos, pueden estar desapareciendo sin que nos damos cuenta, y con ellos un montón de especies como esta. Y en términos biológicos, esto puede tener consecuencias muy importantes».