La tradicional exclusión de las mujeres del ámbito público, de la educación, de la política, del arte y de la cultura y la reclusión femenina en el ámbito doméstico han ido transformándose paulatinamente desde los inicios de la modernidad, a medida que la sociedad liberal ha permitido la progresiva incorporación femenina a la vida pública. Desde un universo femenino construido alrededor de la maternidad, la mujer ha ido conquistando espacios, ha consolidado roles sociales y derechos que son intrínsecos a la condición humana, sin distinción de sexos: la universalidad de los derechos civiles, el derecho de sufragio, a la educación, la no discriminación.
Sin embargo, la eclosión de las mujeres en la esfera pública no se ha producido de manera homogénea, ni por igual en todas las sociedades o regiones del mundo, ni en todas las tradiciones culturales, en todos los ámbitos (rural/urbano), ni en todas las clases sociales o profesiones. De hecho, inicialmente se crearon espacios de presencia femenina mayoritaria en profesiones consideradas femeninas: amas de casa, enfermeras, cigarreras, trabajadoras sociales y otras áreas donde los supuestos «atributos de la feminidad» se identificaban con el modelo cultural de la paciencia, la sensibilidad femenina y el cuidado de los demás. El dominio de las profesiones científicas y de la tecnología ha sido un territorio monopolizado por los hombres hasta fechas muy recientes. Hoy la universidad y el mundo profesional están habitados por mujeres, pero cabe preguntarse si la igualdad de derechos y de oportunidades es efectiva en todos los dominios profesionales de la ciencia y la tecnología, y en todos los niveles de liderazgo y responsabilidad.
Debatir la contribución actual de las mujeres a la actividad científica resulta imprescindible para tomar consciencia de dónde estamos, qué hemos conseguido y lo que todavía queda por ganar si nuestro objetivo es una igualdad real, sin discriminaciones. Porque la inexistencia de obstáculos legales no implica necesariamente la ausencia de trabas sociales o prejuicios ideológicos. Las mujeres científicas conocen bien las dificultades para la conciliación en una opción profesional tan exigente y competitiva. A pesar de la revolución lenta y silenciosa que han llevado a cabo las mujeres al incorporarse a la ciencia desde hace poco más de un siglo, hemos de ser conscientes de que solo la igualdad en el liderazgo demostrará que ya no hay ningún sesgo de género. Y para conseguirlo, todavía queda mucho camino por delante.
El presente artículo pretende aportar una reflexión personal desde el punto de vista de la historia cultural sobre los contextos y condicionantes que han provocado la exclusión de las mujeres del ámbito científico.
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