La conquista ciudadana de El Saler
La exposición «El Saler per al poble, ara!» recupera la movilización ciudadana de los setenta para salvar la Dehesa
A principio de la década de los sesenta, el Ayuntamiento de Valencía promovío un plan para urbanizar la Dehesa de El Saler, una franja de gran valor ecológico situada entre la Albufera de Valencia y el mar Mediterráneo. Era la época del desarrollismo, donde la naturaleza y el medio ambiente solo eran vistos como una traba al progreso económico.
Pero una década después, con las obras de urbanización ya iniciadas y cuando las consecuencias para el ecosistema eran ya evidentes en el paisaje de la Dehesa, los vecinos de la ciudad de Valencia se movilizaron para conservar este espacio bajo el lema «El Saler per al poble» («El Saler para el pueblo»). Una movilización pionera, limitada por el contexto de la dictadura franquista, pero que contó con el apoyo mediático del principal periódico valenciano en aquel momento, Las Provincias, y que finalmente consiguió paralizar el proyecto y conservar la Dehesa.
Ahora, una exposición recupera esta lucha ciudadana en una muestra que recoge documentación urbanística, fotografías, carteles y recortes de prensa de la época. «El Saler per al poble, ara! El poder de la ciudadanía en la transformación responsable del paisaje y del territorio», que se puede visitar en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València hasta el próximo 15 de octubre, recorre el pasado y presente de este espacio natural y al mismo tiempo «plantea una serie de cuestiones que están pendientes y que hay que continuar trabajando», según explica el arquitecto Tito Llopis, uno de los comisarios de la exposición junto a los también arquitectos Carles Dolç, Felipe Martínez, Luis Alberto Perdigó y la periodista Maria Josep Picó. La muestra, producida por el Vicerrectorado de Cultura e Igualdad de la Universitat de València, ha contado además con la colaboración, entre otras entidades, del Colegio Territorial de Arquitectos, que ya jugó un papel clave en las movilizaciones de los años setenta, como organizador de la exposición «El Saler: Datos para una decisión colectiva» en verano de 1974.
Para Antonio Ariño, vicerrector de Cultura e Igualdad de la Universitat de València, este movimiento ciudadano –en el que se articularon científicos, activistas y asociaciones de vecinos– significó una «conquista histórica» y comenzó a «esbozar una visión del ecologismo» que no se tenía hasta aquel momento. Para el catedrático de Sociología, esta exposición «es una oportunidad para abrir un debate sobre los retos del ecologismo y de la sostenibilidad».
Actualmente, la Dehesa de El Saler forma aprte del Parque Natural de la Albufera de Valencia, el primer parque natural valenciano y, tal como señala Sergi Campillo, concejal delegado de Conservación de Áreas Naturales y Dehesa-Albufera del Ayuntamiento de Valencia, «el más complejo por la interrelación entre las personas y el medio». Y es que las particularidades de este parque, que se extiende por doce términos municipales, hace que esté constantemente sometido a una fuerte presión urbanística y turística, pero también de otras actividades como la agricultura o la industria.
De la destrucción del paisaje a la regeneración
Los trabajos de urbanización de El Saler durante los años sesenta y setenta provocaron la práctica desparición del cordón dunar exterior de la Dehesa, que fue sustituido por un paseo marítimo y acompañado por una red de carreteras, caminos interiores, bloques de apartamentos y otros servicios que afectaron gravemente al ecosistema original de la zona.
Los primerosen alertar de la situación fueron los biólogos valencianos, como Ignacio Docavo y Miguel Gil Corell. Fue a través de ellos que, en 1970, Félix Rodríguez de la Fuente se hizo eco del estado de la Dehesa de El Saler y la Albufera en su programa Vida salvaje, en la que fue la primera voz de alarma. No sería hasta tres años después que la prensa local, a través de Las Provincias, recogería estas posiciones contrarias a la urbanización. Con el apoyo del principal periódico valenciano en aquel momento, poco a poco la postura en contra de la urbanización fue cogiendo fuerza, con el respaldo de las asociaciones de vecinos, de voces provenientes del mundo intelectual y universitario como Josep Vicent Marqués o Trinidad Simó y de los mismos periodistas del periódico como María Consuelo Reyna o Francisco Pérez Puche.
Después del verano de 1974, momento de máxima movilización ciudadana y mediática, la urbanización se paralizó, y fue ya durante los primeros gobiernos democráticos que se llevó a cabo la regeneración y protección de la zona. El papel de la Oficina Técnica de la Dehesa, tal como destaca Sergi Campillo, ha sido clave en este sentido «y un ejemplo de caso de éxito de regeneración».
No obstante, las huellas de la urbanización son aún visibles en la Dehesa a través de los restos de redes viarias, apartamentos y otroas construcciones. «Es una cuestión que se puede resolver a medio plazo», opina el arquitecto Carles Dolç, «porque nos encontramos con casos de diferente tipo. Hay edificios con residentes, pero también edificios abandonados como el hotel Sidi Saler, que además han sido declarados dentro del dominio público marítimo-terrestre y sobre los que se debería tomar una decisión. Además, nos encontramos con otras anomalías como la CV-500 o el campo de golf. Son cuestiones sobre las que reflecionar», explica el comisario, que participó activamente en las movilizaciones de los años setenta. En este sentido, Tito Llopis añade que «se debe llevar a cavo un trabajo de regeneración destacable, que hay que continuar, y por tanto en la exposición dejamos abierta la cuestión de cómo debemos enfrentarnos a estos retos. La muestra pretende ser una reflexión de cómo era, como es y como puede ser la Dehesa».
La exposición va acompañada de un catálogo que recoge artículos de diferentes autores que analizan el pasado, el presente y el futuro de la Dehesa de El Saler desde una perspectiva científica, cultural y social. Un trabajo que, junto a la exposición, rememora y reivindica este movimiento ciudadano, «posiblemente el primero con cariz ecologista en España» según Carles Dolç, sin el que no podríamos disfrutar hoy en día de este espacio natural que es la Dehesa de El Saler.