Es necesario repensar muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, de nuestras escalas de valores, de nuestras prácticas económicas y culturales, en fin, de nuestra coexistencia con el resto de la naturaleza y, especialmente, de nuestro respeto por los animales no humanos.
Además del aislamiento protector, el aumento de la capacidad sanitaria, una sociabilidad más segura y un estímulo económico orientado a la salud, tendremos que preparar nuestros corazones, nuestras manos y nuestras mentes para un esfuerzo para volver a hilar y reforzar nuestro complejo y vital tejido social.
¿El planeta se está beneficiando del paro de movimiento humano? ¿Está disminuyendo la contaminación? Expertos de la Universidad Politécnica de Valencia y de la Universitat de València reflexionan sobre el impacto ambiental del confinamiento.
En el caso de la pandemia de COVID-19, vuelven a estar presentes muchos factores que han marcado el recorrido de las enfermedades emergentes en los últimos cincuenta años. Un tiempo en el que el control y la prevención de todas estas patologías tendría que haber sido uno de los objetivos prioritarios de la acción sanitaria internacional.
La amenaza de las enfermedades infecciosas ha sido una constante en la historia de la humanidad. En los últimos treinta años, un 75 % de las emergentes tienen origen animal y un 17 % se transmiten por un vector.
Frente a la situación actual, Mètode facilita a sus lectores y lectoras el acceso a la actualidad científica.
La próxima vez podríamos enfrentarnos a un virus todavía más mortal que el SARS-CoV-2. Ahora es el momento perfecto para empezar a hacer trabajo, ahora que estamos concienciados del peligro que representa una pandemia.
La historia de los coronavirus como agentes patógenos en humanos se remonta a mediados de los años sesenta, cuando se aislaron por primera vez a partir de muestras obtenidas del tracto respiratorio de adultos con síntomas de resfriado común. En la actualidad se conocen siete tipos de coronavirus que infectan humanos.
La actual crisis sanitaria del coronavirus abre una serie de interrogantes sobre la forma de actuar, sobre los recursos con los que cuenta la ciencia o sobre la importancia de una buena comunicación.
Conocer los genomas de los virus y sus filogenias al detalle genómico nos permite entender el origen del brote –¿ha sido una zoonosis desde los murciélagos o hay otros huéspedes implicados? ¿Dónde se localiza geográficamente esta transición fatal?– y medir el ritmo de cambio del virus.
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