Entrevista a Margarita del Val

«No hay un solo indicador que aconseje que se vacune con una tercera dosis a la población en general»

Viróloga e inmunóloga

Desde que empezó la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, Margarita del Val (Madrid, 1959) afirma que ha estado «estudiando y aprendiendo más que nunca, colaborando con mucha gente». Ha sido y es una de las voces destacadas en esta crisis sanitaria, con lo que todo ello conlleva. Al trabajo de investigación en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM) ha unido el de la comunicación sobre el coronavirus, tanto en instituciones como en medios de comunicación. Esta entrevista se realiza de forma virtual y Margarita del Val aparece en pantalla desde el salón de su casa, un espacio que se ha convertido en familiar para quienes seguimos sus declaraciones en los distintos medios y programas. Destaca que es difícil dar todos los matices en el tiempo que dura una noticia, pero se muestra dispuesta a «ir aprendiendo». Eso sí, confiesa que lo que temen los científicos en una entrevista es «qué titular me van a poner».

La entrevista se realiza de forma virtual, como ya es lo habitual desde que empezó la pandemia. Margarita del Val aparece en pantalla en el salón de su casa, un espacio que se ha convertido en familiar para quienes seguimos sus declaraciones en los distintos medios y programas.

Actualmente coordina la Plataforma Temática Interdisciplinar Salud Global, puesta en marcha por el CSIC para dar respuesta a la pandemia y en la que se integran más de un centenar de proyectos sobre la COVID-19. Tal vez las investigaciones más conocidas sean las relacionadas con las vacunas, pero hay otras –como las que han permitido desarrollar mascarillas de nanofibras, kits de diagnóstico, métodos de detección del virus en aguas residuales y estudios sobre la transmisión del virus por aerosoles, entre muchas más– que constituyen distintas aproximaciones a un virus que ha puesto en jaque a la humanidad.

El SARS-CoV-2 provoca en las personas reacciones muy diferentes: desde estar infectado y ser asintomático a padecer la enfermedad en sus formas más graves. ¿Por qué el comportamiento de este virus es tan heterogéneo?

El daño no lo causa el virus sino el desequilibrio que este provoca en el sistema inmunitario potenciando la inflamación. La máxima carga viral es de dos a tres días antes de tener los primeros síntomas. El virus se está multiplicando y hay personas que lo toleran bien, que multiplican el virus hasta llegar a cargas virales muy altas y, sin embargo, lo logran eliminar sin ningún daño. El problema es la inflamación. Como este virus tiene una capacidad distinta al SARS, ya que su proteína S ha adquirido una capacidad que le permite entrar en distintas células del organismo, puede afectar a más sitios. Pero, sobre todo, causa problemas allá donde la inflamación subyacente que cada uno tiene se une a la causada por el virus.

Después de casi dos años, ¿estamos aprendiendo a convivir con el virus? ¿Será una convivencia cada vez más fácil?

Sí. Yo creo que hemos aprendido. Aunque no nos guste, nos hemos dado cuenta de que esto es para bastante tiempo. El problema no ha sido que este sea el agente infeccioso más grave que hemos tenido, sino que nadie en la humanidad tenía inmunidad frente a este virus. A medida que la tenemos casi todos en España y, sobre todo, según la tienen casi el 100 % de los mayores de sesenta años, que son los que corren más riesgo, ya tenemos barreras y pasamos a una situación en la cual tenemos la ventaja sobre el virus. Pero nos queda el resto del mundo.

«Cuando las emergencias se afrontan de manera temprana se controla mucho mejor y son transitorias, pequeñas, y no lo que ha sido esta pandemia»

Lo que ha quedado claro es que la salud humana y animal no pueden abordarse de forma separada. ¿Cómo se integra este enfoque en la investigación?

Nuestra plataforma se llama de salud global y no la llamamos de infección del coronavirus porque sabíamos dos cosas. Una, que es un tema que va más allá de esta infección, que habrá más pandemias y dos, que es un problema global porque se integra también en la salud de los animales. Se sabe que aproximadamente el 70 % de todas las enfermedades infecciosas que afectan al ser humano tienen un origen animal. Por tanto, hay que tener una vigilancia de qué es lo que está circulando de forma silente, qué variantes hay de este coronavirus, de cualquier agente infeccioso, entre la población humana y en animales salvajes y de granjas. Cuando las emergencias se afrontan de manera temprana se controla mucho mejor y son transitorias, pequeñas, y no lo que ha sido esta pandemia.

¿Qué medidas podemos tomar a día de hoy para protegernos del coronavirus?

La principal, vacunarse. La segunda, tener todavía un número limitado de personas de contacto. La tercera, ventilar siempre en los interiores. Ventilación continua, cruzada y, si esto no es posible, tener filtros de aire HEPA [por las siglas en inglés de High Efficiency Particle Arresting]. Y después, las que conocemos: distancia y mascarillas, sobre todo en interiores y cuando haya aglomeración en exteriores.

Vamos adelante con una tercera dosis para las personas mayores e inmunodeprimidas y se debate si vacunar a los niños más pequeños. ¿Cuál es su opinión?

Yo creo que merece la pena vacunar a esas personas con mayor riesgo. Son una población suficientemente pequeña como para que se pueda poner una nueva dosis. Para la población en general no hay un solo indicador que aconseje que se vacune con una tercera dosis. ¿Por qué los inmunodeprimidos sí que la necesitarían? Porque responden peor al estímulo de la vacuna y se ha visto que cuantas más veces se les dé el estímulo, puede subir el porcentaje de personas que responden.

«El problema de que se contagien los niños en el colegio es que lo lleven a alguien sin inmunidad de su familia pero si estos están vacunados, no pasa nada»

¿Y a los más pequeños?

Yo creo que no haría falta vacunarlos a no ser que estén en los grupos de riesgo. Los niños se enfrentan por primera vez a todas las infecciones y se sabe inmediatamente si algunos son muy vulnerables a estas y se les diagnostica que tienen un fallo inmunitario. Se podría vacunar a esos niños. Pero al resto, yo creo que no hace falta. El problema de que se contagien los niños en el colegio es que lo lleven a alguien sin inmunidad de su familia pero si estos están vacunados, no pasa nada.

Las vacunas protegen de los síntomas y de la enfermedad grave pero ¿también reducen el riesgo de infección y de transmisión?

Que reducen parcialmente la transmisión sí que hay datos. Pero es una barrera más, como la que pone la mascarilla, la distancia… ¿Cuánto reduce el contagio? Es más difícil hacer un análisis. Parece que lo reducen un poco. Pero uno debe tener en cuenta que, aunque uno esté vacunado, a lo mejor se está infectando. Las barreras las tiene que extremar con cualquier otra persona desconocida o que pueda tener un riesgo.

Foto: César Hernández – CSIC Comunicación

Hablemos de las vacunas españolas. Se investigan desde diversas aproximaciones. ¿Por qué se utilizan distintas estrategias?

Porque así es como avanza la ciencia. Desde el principio, en el CSIC, pero también en todo el mundo, nos hemos puesto con todas las tecnologías en las que teníamos experiencia, amplia o más limitada, para intentar producir candidatas a vacunas. En el mundo ya hay cuatro o cinco que se han retirado porque tenían poca capacidad de estimular el sistema inmunitario. A priori, no sabes cuáles se van a retirar y hay que seguir con todas adelante. Por eso la estrategia es seguir con varias y las primeros que lleguen, bienvenidas, especialmente si son tan eficaces como las primeras que hemos tenido, que son buenísimas. Por ejemplo, hay otra vacuna basada en ARN mensajero, CureVac, que cuando ha llegado a los ensayos clínicos de fase III ha mostrado una eficacia de solo el 47%. Si hubiese sido esa nuestra primera vacuna igual no habríamos seguido con otras vacunas de ARN mensajero porque habríamos pensado que no iban a funcionar. Hay que probar porque conocemos mucho pero desconocemos todavía más.

¿Por qué la Agencia Española del Medicamento no ha autorizado los ensayos en humanos en la vacuna del grupo de Mariano Esteban y cómo se espera que prosiga el proceso de evaluación?

Lo que la Agencia Española del Medicamento está pidiendo son aclaraciones de cómo se plantea hacer el ensayo clínico y más datos preclínicos. Estos datos se suministran y es la autoridad la que decide si se pueden realizar los ensayos o no. Está dentro de la colaboración normal entre la agencia regulatoria y las empresas e investigadores que presentan un candidato a vacuna.

¿Eso retrasará más esa propuesta?

Sí que es un retraso, pero entra dentro de lo que puede ocurrir en el desarrollo de una vacuna. Ha habido más candidatos que han tenido retrasos. Por eso era importante, en una situación de emergencia, ir con varias. Cada incidencia retrasa, pero se cuenta con ello.

Otra dificultad cada vez mayor en los ensayos clínicos será la de reclutar a personas sin vacunar. ¿Cómo puede afectar esto al desarrollo de nuevas vacunas, sobre todo en las fases más avanzadas de los ensayos que deben contar con un elevado número de participantes?

Bueno, no hay voluntarios en España y en países con mucha vacunación, pero tenemos gran parte del mundo todavía sin vacunar. En cualquier caso, los ensayos clínicos de vacunas posteriores se van a basar en que sean semejantes o mejores a las ya aprobadas. Es decir, con el criterio de no inferioridad. Entonces, lo que hay que ver es con qué datos se correlaciona la protección clínica de las vacunas existentes y mirar esos mismos parámetros en las que se estén ensayando. Se piensa en el número de anticuerpos pero este parámetro debería ser más complejo e incluir, además, los linfocitos de memoria, es decir, mirar inmunidad celular y humoral de una manera muy completa. Pero probablemente en este país quien podría ser voluntario ya esté vacunado.

¿Cuáles pueden ser las ventajas e inconvenientes de una vacuna intranasal como la que se quiere desarrollar?

Bueno, se habla mucho de intranasal pero lo que hace falta es que sea activa en las mucosas. Las ventajas son que allí donde se entrena el sistema inmunitario es donde ejerce mejor su labor porque los linfocitos recuerdan en qué tejido se entrenaron y se asientan allí. Por eso, si tienes una cantidad de linfocitos de memoria en la puerta de entrada del virus, reaccionas más rápidamente. Otra ventaja es que no emplearía jeringa ni aguja. Se estima que hay un 5 o un 10 % de personas que tienen mucho miedo a las agujas. ¿Un inconveniente? Que la entrada por la nariz está muy conectada con el sistema nervioso central y entonces siempre existe el temor a que luego surjan problemas en el cerebro, aunque sea en un porcentaje mínimo… Por eso, no hay que centrarse en la vía nasal sino también explorar otras. 

¿Cuáles?

Podría ser por la mucosa oral, por ejemplo, que es otra puerta de entrada del virus y que ya no tiene esa conexión que tiene la nariz.

Se habla mucho de las vacunas, pero ¿cómo se está avanzando en antivirales para el tratamiento de la COVID-19?

Bueno, esto es una cuestión de tamaño. Un agente infeccioso pequeño es más fácil de identificar por el sistema inmunitario porque tiene una parte externa muy homogénea. Este virus tiene por fuera, casi únicamente y de una manera protuberante, las espículas, la corona, la proteína S. Entonces, para una vacuna es muy fácil identificar cuál es el antígeno dominante y ese es el primero que vamos a poner en la vacuna. Pero a la vez, como el virus es pequeño, tiene menos talones de Aquiles en los que pillarlo con los antivirales.

¿Y cómo se está haciendo?

Primero se ha empezado por el reposicionamiento de fármacos, que son los que se usan para otras patologías y ya tienen superado todo el tema de seguridad en el ser humano. Solo tienes que demostrar su eficacia. Por eso, en todo el mundo se han probado un montón de fármacos, aunque no se ha encontrado ningún antiviral bueno. Ahora sí que están pasando a la siguiente fase, que es, conociendo el virus, intentar encontrar nuevos antivirales y eso llevará bastante tiempo porque si los encuentras, lo siguiente que tienes que hacer es optimizarlos, ver sus características farmacológicas, buscar derivados que puedan ser menos tóxicos y más eficaces, que entren mejor en las células, que no dañen el hígado… Y, además, en esta pandemia, que sean muy seguros y muy baratos porque habría que tratar a gran cantidad de personas en los primeros momentos de la infección.

Foto: César Hernández – CSIC Comunicación

¿Cómo se puede aprovechar toda la investigación y la experiencia de las vacunas de la COVID-19 para otro tipo de enfermedades infecciosas?

Ahora mismo, con las vacunas de ARN, como son rápidas y fáciles de hacer –dentro de un orden, claro– se está intentando extrapolar esta tecnología a otras enfermedades infecciosas. Que funcione o no, no lo sabemos. También los adenovirus llevaban mucho tiempo ensayándose y ahora tenemos dos vacunas que funcionan muy bien y esta tecnología se podrá emplear para el desarrollo de otras. Y luego hay vacunas basadas en material genético, en ADN, que son más estables, y más adelante seguramente solo ADN metido en una nanopartícula de proteínas, y que probablemente también avancen. Eso en cuanto a nivel de conocimiento e investigación. Pero luego también sirve para saber qué cosas hay que mirar desde el principio para ver si vale la pena seguir adelante. También ha habido mucho más contacto con la industria sobre temas como la seguridad, la facilidad de la formulación, etc. Ese conocimiento dado por la interacción entre la industria y la investigación en España antes casi no lo teníamos. A pesar de la calidad de la investigación en nuestro país es un poco vergonzoso que no tengamos una sola fábrica de vacunas humanas… Luego, también está el tener más conocimiento sobre las agencias estatales del medicamento que son las que autorizan los ensayos. Tener experiencia no se improvisa en investigación, en desarrollo, en regulación y tener suficiente cantidad de gente formada y con un bagaje importante en estos campos es vital. Otra cosa es tener edificios de alta seguridad para trabajar con los agentes infecciosos. Por definición, cada nueva pandemia que cause una emergencia va a necesitar edificios de alta seguridad para trabajar y eso tampoco se improvisa y hay muy pocos. Ha habido colas para hacer experimentos con estos tipos de infraestructuras. Había que pensárselo mucho, planearlos con meses de antelación, y todo ello tiene que consolidarse porque si no, no se puede reaccionar a las crisis. Este virus no es el peor que tenemos, no es el que más se transmite; si nos llega algo más mortífero y más transmisible el peligro será muy superior. Entonces, por el impacto que pueda causar merece la pena una inversión de un calibre superior al que tenemos.

No será el último agente infeccioso ¿no? ¿Debemos prepararnos para una próxima pandemia?

El último no va a ser. Los especialistas en este campo sabíamos que vendría una pandemia, igual que sabemos que las próximas vendrán probablemente de Asia y de África central porque son zonas en desarrollo donde se unen prácticas tradicionales con urbanas, donde todavía hay muchas disfunciones y en las que es fácil que salten patógenos animales a las personas. Lo importante es que logremos darnos cuenta a tiempo y que en vez de ser pandemias podamos controlarlas en el área geográfica de la que parten. Y si nos llegan a otro país, que las autoridades y las personas seamos lo suficientemente maduras para imponer medidas muy estrictas desde el principio. Y otra cosa que tenemos que aprender para el futuro es la gestión de los datos, que nos ha pillado mal preparados. Hay pocos datos, son poco accesibles e incompatibles entre las distintas comunidades autónomas, entre hospitales… Nos ha pillado muy mal preparados respecto a otros países europeos. Sin embargo, la madurez ciudadana y de los sistemas de vacunación ha sido ejemplar. Somos uno de los países modelo en vacunación de Europa.

En esos datos, ¿no ha habido una mejora a lo largo de la pandemia?

Sí, se ha mejorado claramente. Ahora hay datos de hospitalizaciones, de las UCI, por tramos de edades, hombres, mujeres… pero con accesos todavía limitados. Si queremos saber si los jóvenes hospitalizados tienen alguna cosa en común, no sé, obesidad, por ejemplo, esos datos no se tienen. Cada hospital sí lo sabe, pero de ahí no se puede generalizar. Y uno de los problemas de las residencias, que se está corrigiendo ahora, es que las personas ancianas cuando se van a una residencia piensan que no es para siempre y no cambian el padrón ni el médico por lo que el centro de atención primaria al que pertenece una residencia de ancianos no sabe a quién tiene allí porque igual solo hay la mitad empadronados. Las personas que vacunaban estaban haciendo a la vez de agentes censales.

¿Cree que se ha entendido mejor cómo funciona la ciencia, en el sentido de que es un proceso y que puede ir variando la evidencia disponible?

Creo que a mucha gente le ha llegado la idea de que esto es el mejor conocimiento que tenemos hasta ahora. Pero también ha habido gente que al no tener respuestas tajantes se ha quedado descolocada, personas que no toleran la incertidumbre y que han necesitado refugiarse en los bulos y, a pesar de que fuesen increíbles, aferrarse a eso.

© Mètode 2021
Periodista. Revista Mètode.